En este proyecto me tocó retomar el trabajo de un diseñador anterior, lo cual representó un reto interesante. Desde el inicio, el cliente fue muy claro en que no se podían hacer cambios en la línea gráfica ya establecida, ya que habían trabajado durante un buen tiempo bajo ese mismo estilo y tenían varios materiales impresos y digitales que debían mantenerse consistentes.

Eso significó que tuve que adaptarme completamente a una estética que no había creado yo, respetando tanto la tipografía como la paleta de colores, composición y estilo visual. Fue un ejercicio de análisis y observación, donde aprendí a leer entre líneas el lenguaje gráfico de otro diseñador para poder replicarlo correctamente.

A medida que fui avanzando en el proyecto, encontré ciertos espacios donde, sin romper con la identidad visual existente, pude aportar detalles sutiles que enriquecieran el diseño y lo hicieran más funcional o visualmente atractivo. Siempre cuidando que todo se mantuviera dentro de los límites marcados por la marca.

Aunque fue un trabajo con muchas restricciones creativas, me ayudó a fortalecer mi capacidad de adaptación y atención al detalle, dos habilidades clave cuando se trabaja en equipo o se da continuidad a proyectos ya comenzados por otros diseñadores.