¿Por qué es tan importante que los niños lean desde chiquitos?

En un mundo donde los niños aprenden a desbloquear una tablet antes de aprender a atarse los zapatos, fomentar el amor por los libros puede parecer una tarea complicada.
Y sí, lo es. Pero también es más necesaria que nunca. Hoy quiero contarte por qué creo que es súper importante que los peques lean desde muy, muy chiquitos. No hablo solo como diseñadora editorial ni como amante de los libros, sino como alguien que creció rodeada de cuentos, páginas llenas de dibujos, y que todavía guarda con cariño esa emoción de abrir un libro nuevo como si fuera un cofre del tesoro.
Primero lo obvio: leer desarrolla el lenguaje. Pero no es solo que los niños aprendan a hablar “mejor” o a tener buena ortografía (aunque eso también pasa). Es que leer les da palabras, y tener palabras es tener herramientas para expresarse, para entender lo que sienten, para comunicarse con el mundo. Un niño que sabe decir lo que le pasa, lo que piensa, lo que sueña… es un niño que se siente más seguro, más escuchado y más capaz.
Además, la lectura es una manera increíble de desarrollar la imaginación. Los niños ya son naturalmente creativos, claro, pero un buen libro les da alas. Leer una historia es como hacer un viaje sin moverse del lugar. Viajan a castillos, selvas, planetas lejanos, o incluso a la casa de otro niño que vive una vida completamente distinta a la suya. ¡Y todo eso sin necesidad de Wi-Fi!
Y hablando de viajar, ¿sabías que leer también es una forma de desarrollar empatía? Cuando un niño se pone en los zapatos de un personaje, aunque sea un dragón triste o una niña que tiene miedo a la oscuridad, está aprendiendo a ver el mundo desde otra perspectiva. Eso lo ayuda a entender a los demás, a respetar las diferencias, a ponerse en el lugar del otro. En pocas palabras: leer también los hace mejores personas.
Pero ojo, fomentar el hábito de la lectura no significa obligarlos a leer 30 minutos al día como si fuera tarea. Se trata más bien de contagiarles el gusto, de hacer que vean los libros como algo divertido, mágico, emocionante. ¿Cómo se logra eso? Leyéndoles desde que son bebés, por ejemplo. Aunque no entiendan ni una palabra, aunque solo quieran morder el libro, ese momento juntos crea un vínculo. Les estás diciendo, sin palabras: “Leer es algo bonito, algo que compartimos”.
Después, cuando ya empiezan a hablar o a tener curiosidad por las historias, se trata de dejar que exploren. Que elijan sus propios libros, que repitan una y otra vez su cuento favorito (aunque tú ya te lo sepas de memoria y puedas decir los diálogos con los ojos cerrados). Que tengan libros en su cuarto, que los vean como parte de su mundo, como juguetes que también cuentan historias.
Y sí, se vale que lean cómics, revistas infantiles, cuentos con dibujos gigantes o libros que solo tienen dos líneas por página. Todo suma. No se trata de que lean cosas “serias” desde chicos, sino de que encuentren placer en la lectura. Ya luego habrá tiempo para los clásicos, las novelas largas o los ensayos filosóficos. Por ahora, lo importante es que asocien los libros con algo lindo.
Yo, por ejemplo, crecí con libros pop-up de princesas que me compraba mi papá. Cada vez que uno llegaba a casa era como Navidad adelantada. No solo leía las historias, sino que me emocionaba ver cómo los castillos se levantaban, cómo los personajes saltaban del papel. Y lo más bonito es que esos momentos los compartía con él. Me leía, me señalaba las ilustraciones, me hacía preguntas. Y sin darnos cuenta, no solo estábamos compartiendo un cuento, estábamos creando un recuerdo.
Ese tipo de experiencias son las que hacen que un niño se quede con el hábito lector. No es solo el libro, es la emoción que lo rodea. El momento de calma, de atención compartida, de cariño. Por eso, si tienes peques cerca —hijos, sobrinos, hermanitos—, no esperes a que “ya sepan leer” para darles un libro. Desde los primeros meses, ya podés empezar a sembrar esa semillita.
Y aquí entre nos: leer también es una gran herramienta para criar niños más tranquilos, con mayor capacidad de concentración y menos dependientes del estímulo constante de las pantallas. Un niño que puede sentarse y disfrutar de una historia, sin luces ni sonidos ni notificaciones, es un niño que está desarrollando una habilidad muy valiosa en estos tiempos: la atención plena.
Pero ojo, no se trata de demonizar la tecnología. Las pantallas también pueden ofrecer cosas valiosas. Hay apps de cuentos interactivos, audiolibros hermosos, incluso juegos que fomentan la lectura. El punto es no reemplazar lo físico por completo. Porque un libro en las manos tiene otra textura, otro ritmo. No hay botones ni prisas. Solo vos, la historia, y todo lo que tu imaginación quiera agregar.
También hay que tomar en cuenta que no todos los niños son iguales. Algunos se enamoran de los libros desde el primer momento, y otros necesitan más tiempo, más paciencia, más creatividad de nuestra parte. Y está bien. No todos van a ser lectores voraces, pero todos deberían tener la oportunidad de descubrir si leer es algo que les gusta.
Así que, si estás leyendo esto, tal vez sea porque vos también amás los libros, o porque estás buscando la forma de transmitir ese amor a un peque que tenés cerca. Y eso ya es un gran primer paso. Porque enseñar a leer no empieza con las letras, sino con el cariño. Con leerles una historia mientras se acurrucan, con inventar finales locos juntos, con dejar que elijan el cuento de esta noche (aunque siempre elijan el mismo).
Leer es mucho más que juntar palabras. Es descubrir, imaginar, reír, sentir, compartir. Es una forma de conectar con los demás y con uno mismo. Y cuando ese hábito se cultiva desde temprano, se convierte en un regalo que los niños llevarán consigo toda la vida.
Así que ya sabes: libros al alcance, historias a mano, y mucho amor al momento de leer. Porque un niño que crece con libros, crece con alas. Y no hay mejor regalo que ese.
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