Los castillos que cobraban vida

Cuando era niña, uno de mis mayores tesoros eran los libros pop-up de princesas que me compraba mi papá.
A veces llegaba a casa con uno nuevo escondido detrás de la espalda, y yo, sin pensarlo dos veces, dejaba todo para sentarme con él y abrir sus páginas como si fueran cofres de un mundo mágico.
Recuerdo perfectamente la emoción de pasar la hoja y ver cómo un castillo entero se levantaba frente a mis ojos. Torres, puentes, escaleras, jardines… todo salía del papel como por arte de magia. Era como si pudiera entrar en esos cuentos, caminar por los salones de cristal, esconderme en las torres más altas o bailar en un gran salón bajo una lámpara de papel. No solo leía la historia, la vivía. Y eso es algo que ningún libro plano o pantalla ha podido igualar hasta hoy.
Lo más bonito era compartir ese momento con mi papá. Él leía conmigo, señalaba las partes que se abrían y hasta me ayudaba a mover las lengüetas para que los personajes cobraran vida. Aunque ya no era un niño, se notaba que también le divertía ver cómo algo tan sencillo podía ser tan mágico. Me hacía sentir que esos momentos eran importantes para los dos.
Hoy, como diseñadora gráfica enfocada en el mundo editorial, entiendo el poder que tenía ese tipo de libros. No era solo el contenido, era la experiencia. La sorpresa, el movimiento, el papel que se convierte en escenario. Esos libros marcaron mi infancia y, de alguna forma, también influyeron en mi camino profesional. Me enseñaron que un buen diseño puede contar historias, emocionar y crear recuerdos.
CONTACTAME
984-178-6501